Sergio Ursúa
Director general de Equipos de Poder
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En las empresas, existen dos valores fundamentales para que las cosas funcionen. Por un lado, el respeto es la base de toda escala de valores y rige -o debería regir- los comportamientos de nuestros trabajadores. El respetar las reglas, la manera en cómo operamos, a los clientes, a la competencia, define desde la calidad del clima laboral hasta la medida en que se logran las metas.

Además del respeto, el nivel de integridad que muestran nuestros colaboradores, dirá mucho acerca de cómo logramos nuestras metas. Para la sociedad, es un valor fundamental para la convivencia social.

En muchas ocasiones, el valor integridad es confundido con el de honestidad y puede ser usado a veces como sinónimo. Sin embargo, pese a que sí pueden ser similares por mucho, hay ciertas diferencias sustanciales que hacen de la integridad un valor de perfección en la conducta y honestidad queda un poco al margen.

¿Por qué? Cuando nos referimos a honestidad, es cuando podemos decir que nuestra conducta ha sido la correcta, la que la sociedad acepta como «buena». En condiciones normales, tiene que ver con avisar al mesero que nos han cobrado de menos en la cuenta del restaurante y que nos agregue lo que hace
falta; es aceptar la culpa cuando haces algo mal y corregir el error. Digamos que la honestidad se basa en acciones que nos hacen sentir satisfechos con nosotros mismos y que los demás reconocen en nosotros.
Pero si queremos entender la integridad tenemos que ir más allá. Tenemos que pensar en alinear lo que pensamos, lo que está bien hecho, lo que los demás esperan que hagamos como personas moralmente correctas, pero sobre todo, lo que no afecta de ninguna manera a alguien más.

Imagina que al caminar por un centro comercial, encuentras un billete en el piso, claramente perdido por alguien más que por ahí está caminando. ¿Qué haces? La honestidad te dirá que lo recojas y que de la mejor manera posible trates de encontrar al dueño. Y harías casi lo imposible, como recorrer el centro comercial con el billete en la mano para llamar la atención del dueño, pedir ayuda al personal de seguridad, pero ¿y si no encuentras a la persona que perdió el billete?, ¿te quedas con él? Es algo que no es tuyo. ¿Lo dejas con el guardia del centro comercial?, ¿qué hará el guardia? Tú, honestamente trataste de ayudar y lo hiciste de la mejor manera posible. La integridad te diría que como el billete no es tuyo, lo que deberías hacer es dejarlo donde está, seguir caminando y esperar a que tal vez el dueño lo encuentre. Sí, es un caso extremo porque
todos, tú, yo, de una manera honesta vamos a tomar el billete y buscar al dueño. Integridad te dirá «déjalo donde está porque no es tuyo».

En tu empresa, tienes que observar cómo viven y son ejemplo de integridad tus colaboradores. Tienes que vigilar y al mismo tiempo fomentar que todos sean honestos pero sobre todo que día a día mejoren su escala de integridad. Ellos van a tomar decisiones basados en el nivel de este valor y éstas irán de malas a excelentes, conforme sean siempre honestos y cada vez más íntegros.

En este inicio de año, es un buen propósito para tu empresa fomentar los valores, sobre todo lo que tiene que ver con integridad y respeto. La congruencia es fundamental para lograr esto. Y como consejo, hay que recordar que cuando somos honestos y cada vez más íntegros, somos más felices.

Podemos decir que la integridad es, alinear lo que pensamos, con nuestras decisiones y actuar de la mejor manera posible, sin importar si alguien nos está viendo o no.

¿Cómo actúas en tu empresa cuando nadie te ve?

Feliz y productivo inicio de año.

Hasta luego.