Tanya Covarrubias lleva su talento a los hijos de trabajadores migrantes, para sembrar la chispa de la creatividad a través de la cultura.
P O R Blanca Neri Herrera F O T O S Javier Flores

El arte y la resiliencia son herramientas para brindar una nueva posibilidad de cambiar la vida de niños y niñas migrantes que viven en albergues, son hijos de trabajadores jornaleros que vienen a Colima provenientes de otros estados, la mayoría son de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Querétaro, y se emplean en la temporada de corte de caña, plátano y limón.

Son niños y niñas que no tienen posibilidad de una vida mejor y aun así corren, juegan, ríen, imaginan, cantan, bailan y viven un instante para crear un mundo lleno de nuevas aventuras. Lo anterior es gracias al proyecto Niños y Niñas de Azúcar a cargo de Tanya Covarrubias, una joven con un alma tan grande que ha logrado impactar positivamente en cientos de menores en estado vulnerable.

Tanya es maestra de educación física y egresada del Centro de las Artes en San Luis Potosí. Es originaria de Cabo San Lucas, pero el amor a su pareja y dos hijos la mantiene en Colima. Brinda clases y talleres en diferentes escuelas de prescolar y primaria. Desde hace dos años se ha dedicado con toda la pasión y esfuerzo a convivir con los niños y niñas de los diversos albergues que existen en el estado.

A invitación de la Secretaria de Cultura del gobierno de Colima (2017) recibió una capacitación en la CDMX con relación a varios temas, sin embargo la situación fue otra. “Cuando llegas a trabajar en el campo, te enfrentas a una realidad muy diferente; es un trabajo muy bello, pero sumamente difícil, me tardé alrededor de cuatro meses para lograr la confianza de los niños y niñas. Justo es porque de manera continua cambian su lugar de residencia, les cuesta trabajo entablar un diálogo o carecen del sentido de permanencia. Además de que son niños que viven situaciones muy difíciles”.

PROYECTO CULTURAL

El proyecto regional del Programa de Desarrollo Cultural Infantil “Moviendo Me Siento Bien” coordinado por Tanya Covarrubias y apoyado por las Secretarías de Cultura Estatal y Federal, se realizó de diciembre de 2016 a noviembre de 2017 en diferentes escuelas multigrado para niños migrantes y albergues de El Trapiche, Quesería, El Cóbano y Tecomán.

El objetivo era llevar distintos talleres y espectáculos artísticos para el disfrute de estos niños y jóvenes que no tienen acceso a la cultura y que viven en situaciones vulnerables, logrando

en ellos una mayor confianza personal, aceptación grupal y de compañerismo, proporcionándoles diferentes formas de expresar sus sentimientos y sueños a través de la música y el canto, los cuentos, las artes plásticas, pero sobre todo la expresión corporal, clave de estas sesiones si se considera que varios no hablan español, sino dialectos indígenas como el náhuatl.

“La primera experiencia involucró a 350 niños de cuatro albergues: Tecomán, Quesería, El Cóbano y El Trapiche, había niños que no saben leer, escribir y muchos de ellos hablan su lengua indígena, y nos dimos a la tarea de investigar algunas palabras o canciones para lograr la empatía”.

Entre los objetivos de este proyecto cultural es lograr que los niños y niñas no trabajen en el campo junto a sus padres; el respeto de niños con las niñas, “y aun cuando no podemos cambiar el contexto en el que viven, crecen y se desarrollan, podemos dejarles algo a partir del arte”.

En el 2018 se continuó el trabajo con Niños y Niñas de Azúcar quienes a través del arte, música, danza y teatro se registraron resultados positivos y una mayor participación. En este 2019 se buscará integrar en un macro evento a todos los grupos con los que Tanya ha trabajado, “este año la propuesta es construir un video de danza colectiva entre todos los albergues y que se conozcan entre ellos, para re- forzar el trabajo en equipo, la convivencia y que es posible imaginar un futuro mejor”.