Crónica de una familia alemana que vivió la edificación del muro en Berlín

POR ALEJANDRA BALLEZA CASILLAS

Renate S. (86 años) recuerda con lágrimas en sus ojos su época de juventud, los difíciles tiempos de postguerra y todas las circunstancias que dieron lugar a la edificación del muro que cambió intempestivamente su vida y el destino de muchos alemanes, un muro que durante 28 años dividió familias y marcó sus corazones… “Recuerdo que Werner y yo regresamos de vacaciones, veníamos de acampar unos días en el mar Báltico, de regreso el acceso y movimiento en las zonas fronterizas entre los diversos sectores aún era posible, presentando identificaciones en las múltiples zonas de control militar”.

Comentó Renate, “ la tarde del 12 de agosto de 1961 el clima estaba muy caliente y sofocado, además el ambiente en la ciudad se sentía muy tenso, por la noche mi esposo quería ir a comprar cigarrillos en nuestro Trabant (automóvil de la RDA República Democrática Alemana) a solo unas cuadras de casa, pero al final decidió dejarlo para mañana….. una mañana que nos sorprendió con una nueva realidad” … Berlín estaba dividido, se había construido un muro, que impedía ir más al oeste… a la República Federal Alemana donde tenía su trabajo, familia y amigos.

Es difícil imaginar… despertar y asomarte a tu ventana y percatarse que la calle que atraviesa por tu casa inesperadamente es bloqueada por soldados, alambres, patrullas y perros guardianes.. y no es posible más cruzarla… esto sucedió un domingo 13 de agosto de 1961 en Berlín. A las 01:05 de la madrugada, los berlineses a través de la radio escuchaban el anuncio que a partir de esa misma noche, en las inmediaciones de la puerta de Brandenburgo las luces se apagarían abruptamente, policías fronterizos de la DDR (Deutsche Demokratische Republik) y miembros de los grupos de la milicia voluntaria se situaron en la línea de demarcación y ayudados por focos gigantescos comenzaron a levantar barreras de alambre a lo largo de esa línea divisoria.

Unos días más tarde eso se convirtió en un largo muro de 155 kilómetros de hormigón armado por 45 mil partes independientes, con una altura de 3.6 metros que dividía la ciudad de Berlín en dos partes y a lo largo de centenares de kilómetros se dividían así las fronteras para separar al resto de las demarcaciones de las dos alemanias divididas con vallas de tela de alambre de púas, áreas minadas, barricadas, torres de observación, armamento automático y patrullaje militar permanente.

Esta nueva condición geográfica, tuvo grandes impactos, especialmente en la vida de los berlineses, quienes aprendieron a vivir 28 años con un sistema de transporte público común pero dividido, con dos mundos de vida distintos, dos economías, dos sistemas educativos, dos sistemas de salud, dos monedas, donde todo era tan cerca pero a su vez tan lejos y ajeno.

Así como Renate y Werner, muchas generaciones de ciudadanos se vieron obligados a aprender a vivir con familias separadas, personas que ahora en su vejez recuerdan aún con dolor y lágrimas como hace 58 años se construyó esa absurda cortina de hierro y que en noviembre de este año celebraremos con alegría los 30 años de la caída del muro de Berlín, recordando así el cierre de una de las etapas más absurdas de la historia de la postguerra.