«No tengo derecho a decir o hacer nada que disminuya a un hombre ante sí mismo. Lo que importa no es lo que yo pienso de él, sino lo que él piensa de sí mismo. Herir a un hombre en su dignidad es un crimen»

Antoine de Saint-Exupéry

 

El resultado de nuestras acciones hacia los demás, se resume en la reputación que nosotros tenemos o la que se refleja en nuestra empresa. Es una imagen al exterior del empeño que ponemos al ser personas con valores.

Nuestras acciones nos dan el sentido de dignidad y esta se refleja en nuestra personalidad; es un valor que va desde adentro hacia afuera. La dignidad crea/genera/gesta/emana primero una especie de satisfacción personal, interior, que al final nos da valor como personas.

La palabra como tal se usa en muchos escenarios: se habla de trato digno, de personas con dignidad; se agrega en textos jurídicos, de organizaciones civiles; o algún hecho o circunstancia «nos indigna». Pero siempre queda la duda de cuál es la raíz conceptual de este valor.

Dignidad es comportarse de una manera tal, que nos haga alejarnos de la injusticia, que nos permita proteger al débil, hacer frente a la tiranía, estar apegados a lo más correcto, a lo más noble. Se gana de poco y como suele suceder con otros valores, se pierde de repente, cuando caemos en la contradicción de ese comportamiento que nos había vuelto dignos.

No hay condición para tener dignidad; no hay estrato social, nacionalidad, raza, ni género. Nada nos impide como seres humanos, ser dignos; y así nos deberíamos tratar. La decadencia de la sociedad en mucho se enmarca por el hecho de no saber tratar a los demás dignamente.

¿Recuerdan la pregunta de tarea del pasado artículo? El estilo de liderazgo más usado en las empresas es el autocrático. ¿Cuál es el estilo de liderazgo más deseado por los trabajadores?

Regresemos a la dignidad. Cuando se trata a los demás con dignidad establecemos nuestra calidad de seres humanos. Cuando no hay dignidad se desatan las más grandes guerras, los más grandes conflictos: las familias rotas.

Las empresas con una dignidad limitada tienen un clima laboral ríspido, competencia interna desleal y conflictos. Son los dueños, los jefes y los líderes, quienes establecen las líneas que desarrollan la dignidad: buena comunicación, confianza e integridad, son los ingredientes para fomentar la dignidad.

Tratémonos siempre con dignidad.

Hasta luego.

Sergio Ursúa 

Equipos de Poder 

Director general 

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