POR Sergio Ursúa
Director general de Equipos de Poder
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Uno de los grandes retos actuales en las empresas es el manejo eficiente de todas las aristas que tienen que ver con el manejo de la integridad. El valor de la integridad es complejo por el impacto que tiene de diversas maneras en la operación de las organizaciones. Desde el hecho de tratar controlar las faltas de integridad hasta las consecuencias que desencadena la rotación de personal que genera un comportamiento de nuestros trabajadores, alejado de este valor.

¿Recuerda usted cuánto cuesta el reclutamiento y selección del capital humano? Sí, es un tema de presupuesto estratégico en las empresas. Una alta rotación puede ponernos en apuros si de buenas a primeras comenzamos a tener bajas no previstas en los recursos humanos.

Siempre se debe partir del hecho de que todas las personas que trabajan con nosotros son personas íntegras y son en ocasiones las circunstancias individuales las que los hacen tomar un camino equivocado al momento de tomar una decisión. Porque básicamente la integridad aparece, en la mayoría de los casos, en esos micro segundos donde tenemos que decidir qué hacer. Todos aprendemos desde muy pequeños, a decidir en esas situaciones donde se comienza a mostrar un nivel de integridad aceptable. Al crecer y ser más responsables de las decisiones que tomamos, vamos moldeando nuestro comportamiento de integridad. Hay algo que es importante mencionar. No existe una persona que sea 100 % íntegra. No hay perfección en vivir este valor. La filosofía, en varias de sus corrientes, da por hecho que los seres humanos no pueden llegar a un nivel perfecto de integridad. Siempre hay algo que nos rebasa, nos absorbe y nos hace romper un poco el código que podemos definir como perfecto. Y no es que esto sea malo, simplemente que no estamos psicológicamente preparados para ser íntegros en una escala de perfección.

Pero ¿dónde comenzar?, ¿cómo mantener actualizado el «chip» de la integridad con nuestro personal?

Podemos comenzar con revisar si en la escala de valores (que debe existir de manera formal en nuestra empresa) se incluye este valor, aunque sea de manera implícita en valores como respeto, responsabilidad, solidaridad (valor del que leeremos en la siguiente entrega) u honestidad. Sí, claro, honestidad no es lo mismo que integridad. Podrían llegar a usarse como sinónimos o podemos decir que un concepto es el perfecto complemento del otro, pero no es lo mismo integridad y honestidad.

Las charlas con grupos específicos (áreas, departamentos, divisiones, grupos en inducción) como parte de las operaciones normales de la empresa, ayudan a que el valor se mantenga presente, se fomente como parte de la vida empresarial y además que nuestros mismos trabajadores puedan demostrar la importancia que tiene este valor dentro y fuera del trabajo. Los valores siempre están ahí dentro en la mente -y el corazón- de las personas. Una labor importante en la empresa es ser eso que los empuja a vivirlos más y ser mejores personas.

Junto con la inclusión de este concepto en nuestros valores empresariales y las charlas, la organización debe mostrar congruencia y transparencia. Si existen situaciones donde la integridad haya tenido que ver, como un despido -«desvincular laboralmente» como se dice ahora- una reestructura o algo similar, debemos como empresarios mostrar congruencia en nuestras decisiones y nuestras acciones, así como en el cómo comunicar lo que pasa.

¿Cuál es el costo de desarrollar y fomentar este valor y todos los demás, en nuestra empresa? ¿Cuál es costo de tener una alta rotación de personal? ¿Cuál es el costo de absorber un fraude, un robo, un abuso de confianza, todo esto derivado de una falta de integridad nuestros propios colaboradores?

Que en su empresa, se vivan estas fiestas de diciembre, con valores.