DR. ABRAHAM REYES VALDÉS

  • Especialidad en Traumatología y Ortopedia en el Hospital Regional Universitario por la Universidad de Colima.
  • Miembro activo de la “Société Internationale de Chirurgie Orthopédique et de Traumatologie” SICOT.
  • Certificado por el Consejo Mexicano de Ortopedia y Traumatología

La lumbalgia se considera un problema de salud muy frecuente, se tiene un estimado que 8 de cada 10 personas padecerán un dolor lumbar en su vida, riesgo que aumenta con la obesidad; en México el 30% requiere de incapacidad. Puede ser el resultado de una lesión, actividad y/o causas médicas, dentro de las que destacan:

  • Esguinces.
  • Contracturas musculares.
  • Discos dañados.
  • Fracturas y caídas.
  • Levantar objetos pesados.
  • Realizar un movimiento de forma abrupta.
  • Hernias de disco.
  • Osteoporosis.
  • Artritis.
  • Mala técnica de estiramientos.
  • Tiempo prolongado al estar de pie o sentados.
  • Dormir en un colchón inadecuado.

DIAGNÓSTICO

Se basa en una historia clínica completa, con un interrogatorio amplio y dirigido a determinar las causas que originan el dolor, además de una exploración física en donde se llevan a cabo determinadas maniobras sobre el paciente. En un elevado porcentaje, esto será suficiente para obtener un adecuado diagnóstico y enfoque de tratamiento, cabe señalar, que los estudios paraclínicos son una importante herramienta de apoyo para los casos que así lo requieran.

FACTORES PRONÓSTICOS

  • La falta de apoyo predice la cronicación, causado por un episodio de lumbalgia aguda.
  • El paciente que no ha regresado a su trabajo entre 4 y 12 semanas después del inicio del episodio de lumbalgia; cuanto más largo sea el período de ausentismo laboral menor es la posibilidad de que alguna vez vuelva al trabajo, y la mayoría de los tratamientos son incapaces de lograr el retorno al trabajo después de un período prolongado de ausentismo.
  • Los antecedentes de episodios de lumbalgia, y la mayor duración de los episodios previos, que predicen un mayor riesgo de recurrencia de nuevos episodios (pero no su duración).
  • Predicen un mayor riesgo de cronificación de un episodio doloroso la tendencia depresiva, las expectativas negativas del paciente (con relación a su pronóstico), el desempeño de trabajos físicamente exigentes y cuyas características son inmodificables.
  • El hallazgo de signos de compromiso radicular es el único resultado de la exploración física que tiene valor para predecir el riesgo de cronificación del episodio doloroso. Estos signos se refieren esencialmente al pronóstico con relación al regreso al trabajo y la persistencia de la reducción de la actividad (“incapacidad funcional” o “reducción de la actividad cotidiana”). No se refieren a la persistencia del dolor en sí mismo.

SEÑALES DE ALERTA

Para enfermedad sistémica:

  • Dolor que aparece por primera vez, menos de 20 o más de 55 años, no influido por posturas, movimientos y esfuerzos.
  • Dolor exclusivamente dorsal.
  • Déficit neurológico.
  • Imposibilidad persistente de flexionar la columna vertebral.
  • Deformación estructural (de aparición reciente).
  • Mal estado general, pérdida de peso, fiebre, antecedentes de traumatismo reciente, cáncer, uso de corticoides (osteoporosis) o drogas por vía parenteral, inmunodepresión o SIDA.

Para derivación a cirugía, inmediata y urgente:

  • Paresia relevante, progresiva o bilateral
  • Pérdida de control de esfínteres de origen neurológico
  • Anestesia en silla de montar (posible síndrome de la cola de caballo).

Valoración quirúrgica:

  • Dolor radicular (no lumbar) cuya intensidad sigue siendo intolerable pese a la aplicación durante 6 o más semanas de todos los tratamientos no quirúrgicos recomendados.

ACTIVIDAD FÍSICA

Las personas con lumbalgia aguda deben evitar temporalmente determinadas actividades que producen sobrecarga mecánica lumbar, tales como al sentarse incorrectamente, los giros y los gestos o posturas en exión del tronco. Las ventajas de la actividad precoz son: mayor rapidez del alivio de los síntomas, reducción del síndrome de desacondicionamiento físico y, por lo tanto, del riesgo de cronicidad.

El ejercicio físico por tanto actúa favoreciendo la pérdida del miedo hacia el dolor o el daño adicional y mejora la autoestima y la con anza en realizar actividades diarias. El reposo prolongado aumenta el riesgo de tromboembolismo, osteoporosis, atro a muscular, úlceras por presión, laxitud articular y empeora los síntomas psicológicos relacionados con ansiedad y depresión. El ejercicio aeróbico suave como caminar, bicicleta estática o nadar, puede ser recomendado a partir de la segunda semana para evitar la debilidad muscular, hasta que el paciente vuelva a su actividad normal. Las recomendaciones relacionadas con el puesto de trabajo dependen de la edad del paciente, su estado de salud general y de las demandas físicas que requiere.

TRATAMIENTO

Por ser una enfermedad de alta incidencia, la lumbalgia se enfrenta con numerosos posibles tratamientos, muchos de los cuales carecen de una evidencia científica de bene cio demostrado, por lo que se debe evitar su recomendación, como por ejemplo el reposo absoluto en cama o las tracciones vertebrales.

En el otro extremo, es indispensable la adecuada información al paciente acerca del origen de su dolor, qué se espera de su evolución y las posibles recomendaciones terapéuticas. Entre las que se encuentran el reposo RELATIVO hasta la mejoría del dolor, apegándose lo más posible a una actividad rutinaria normal, iniciar terapia física posterior a los 7 a 10 días con apoyo de medios físicos en la zona afectada, así como integrar la higiene de columna en su forma de vida.

La modificación de los factores psicosociales que intervienen en su aparición y la administración de educación al paciente por parte de los profesionales de la salud deben formar parte del abordaje de esta enfermedad. El paciente deberá mantener su actividad y, en muchos casos, esto evitará que el problema se convierta en crónico.

Respecto al tratamiento farmacológico es necesario un abordaje estratégico multimodal, en el que se incluyen analgésicos, antiinflamatorios no es teroideos y miorrelajantes, entre otros, siempre bajo la prescripción y vigilancia de su médico especialista.

Es de suma importancia señalar que el pilar del tratamiento es la buena relación y comunicación médico-paciente, erradicando de esta forma los mitos y las malas creencias sobre el dolor de espalda; el especialista con su experiencia trabaja acelerando la curación, evitando posibles recaídas, así como diferenciar los casos que requieran de tratamiento quirúrgico.


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